Desde Medio Oriente. “Los grupos armados también se amparan entre las ruinas históricas, para dificultar el ataque por parte del ejército sirio”.
La gran Mezquita de Aleppo afectada por los ataques. Dos imágenes del Aleppo Media Center muestran, a la izquierda, la mezquita hoy, sin minarete, y a la derecha, el pasado 6 de marzo. / AP |
Dicen que en Alepo, ciudad milenaria, ubicada hacia el norte,
cercana a la frontera con Turquía, no hay un segundo de calma. Y a
juzgar por la artillería siria que truena sin pausa en el aire, impidiendo a los grupos insurrectos volver a avanzar hacia Damasco, debe de ser así.
Estos llegaron allí y se atrincheraron en grupos armados, instando a
las familias a que les den albergue, ya sea por la fuerza, por coacción
o convicción. Las razones para tal alianza son múltiples y exigen larga
explicación. Me dicen que entre el ejército sirio que allí opera y los
insurgentes hay relativa paridad de cifras. Oscilan entre el 40 por
ciento ante las fuerzas sirias. Y pregunto por qué el gobierno, si es
mayoritario en número de hombres y tal vez en poder armamentístico, no
logra recuperar esa ciudad. “El ejército sirio va pisando con pies de
pluma por varias razones”, me explican. Si entraran de golpe
significaría una batalla de destrozos inconmensurables. La otra
alternativa es requisar, casa por casa. Pero eso haría derramar mucha
sangre inocente. En este punto, rescato lo que nos dijo el director del
Museo Arqueológico Nacional. “Los grupos armados también se amparan
entre las ruinas históricas, para dificultar el ataque por parte del
ejército sirio”.
He visto la foto de una calle en Deir ez-Zor, convertida casi en
polvo. Cuánto desastre de extremo a extremo. Es como si un ciclón la
hubiese arrasado. O “como si dinosaurios hayan pasado por ella”, tal
cual escribió la persona que la distribuyó. Es la tragedia que se vive
día a día. Sin embargo, pese a esos dolorosos destrozos, se puede ver
el esplendor derrumbado.
¿Qué será de Alepo y de sus monumentos históricos que son patrimonios
de la humanidad? Alepo fue hasta hace poco, una ciudad pujante, la de
mayor fuente para el sostén económico de Siria. Aparte de fabricar
productos electrónicos de todo tipo, es el gran centro del telar de
Medio Oriente, y está rodeada de pueblitos pequeños formados por
trabajadores de las inmensas fábricas que allí pululan. Un hombre me
cuenta que allí entraron centenares de saqueadores y se aprovecharon de
la situación. “Se llevaron en camiones enormes maquinarias rumbo a
Turquía”.
También conocí a una periodista del canal sirio, con quien hemos
compartido trabajo y almuerzo. Me dijo que ella vivía en esa ciudad,
pero entraron los grupos armados y se instalaron en su casa para
convertirla en cualquier cosa y la vaciaron. “Yo ejercía la docencia
para niños estudiantes, pero me tuve que venir resignada a Damasco. Y
aquí estoy trabajando para la televisión”.
Siria, que siempre convivió sin problemas con todas las religiones,
ahora debe soportar que en Alepo, los fundamentalistas que allí están
obliguen a las mujeres a cubrirse la cara con tela”, me dice una mujer.
“No es tan así”, me dice otro hombre que recorrió esas zonas. Difícil
saber la exacta verdad sin llegar allí.
Pregunto a mis compañeros de ruta qué pasaría sin fuésemos a Alepo.
“Sería una locura, desde todo punto de vista”, me responden. Primero
porque el propio ejército, que va cercando de a poco a los insurgentes,
no nos dejaría pasar. Y si pasásemos caeríamos en manos de extremistas
de toda índole que no dudarían un segundo para decapitarnos. Tales
escenas las he visto en Paraguay, a través de las filmaciones difundidas
por las redes sociales de comunicación. Y es evidente que ese intento
sí sería, metafórica y literalmente, perder la cabeza.
Pobre Alepo, pobre gente, sobre todo sabiendo que el sirio que nos
acompaña nació en esa ciudad. Y cuando habla de ella, sus palabras
irradian llamas de amor. Cierro los ojos y me viene un verso del poeta
italiano Eugenio Montale, que para haberlo escrito hizo lo que yo
siempre soñé y no podré -salvo que me toque volver a Siria en tiempos de
paz-, es decir, cruzar una parte del mundo “por el camino de Alepo”.
(Damasco, 10 de mayo de 2013)
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